Recuerda que la sala esta vacia

En una etapa de mi vida donde la música lo era todo pasaba días enteros al piano sin importarme el dolor en mis dedos cuando caía el ocaso, grandes compositores interprete sin que nadie lo supiera pues era mi música para deleite mío, desde el arduo trabajo que implicaba una nueva pieza en mi repertorio hasta la cúspide de mi última nota. Nunca he sido un prodigio pero la música corre por mis venas palpitando en mi corazón llevando el compás de mi vida.

Cierto solitario, silencioso y frio día me dispuse a leer puesto que a mi libro ya lo cubrían motas de polvo acumuladas de varias semanas, y así con una taza de té negro en la mesita de noche me dispuse a pasar la tarde, más errados no pudieron estar mis pensamientos al suponer que así terminaría mi día pues ella entro en mi habitación con su caracterizado torbellino de emociones tanto como de acciones, parloteando sobre cuanto había hecho en el día y lo agotada que se sentía, se recostó en mi cama y mirando al techo dijo la frase más aterradora que había escuchado en mi pobre vida "toca  algo de música para mí por favor" me quede sin habla, sin poder hilar una respuesta lógica para expresar mi negativa y solo atine a decir "no estoy de humor", quien hubiese visto su cara al escuchar mi respuesta habría sabido porque termine accediendo a su petición, me levante de la cama y por primera vez en mi vida fui consciente del significado de la palabra miedo, mirándole a la cara le dije que jamás había estado al piano con público en la sala, recuerdo su infantil sonrisa cuando con esos brillosos ojos marrón me desarmaron diciendo "recuerda que la sala está vacía " una frase que para el mundo entero podría significar apenas nada a mí me dio el valor suficiente para que mis piernas caminaran como si poseyeran una voluntad que no estaba en mis manos controlar, con las manos sudorosas y ella al otro extremo de mi habitación mis notas comenzaron a inundaron el aire, el concierto para oboe de Alessandro Ignazio Marcello transcripción al piano por Johann Sebastian Bach Adagio en D menor se hacía presente en cada inhóspito lugar de la sala llenando cualquier vacío incluso aquellos que jamás llegue a apreciar, al término de la pieza ella estaba parada a mis espaldas con los ojos inundados de lágrimas y con una voz casi imperceptible susurro algo a mi oído. Desde esa tarde imagino la sala vacía, ahora me puedo llamar pianista.



-Un pianista

Comentarios